Hoy, domingo 20 de Julio, se cumplen 120 años del nacimiento de
mi abuela IDA MARGARITA WIESE DRAGO.
Y sinceramente no estaba entre mis planes escribir este post, pero a medida que
transcurría el día mientras recordaba a mi abuela, me entraron las ganas de querer
escribir algo, y aquí estoy. Deseo hacer una pequeña semblanza de
mi abuela Ida, y su relación conmigo. Desde que tuve uso de razón, a la edad de
4 años, tenía a mis dos abuelas vivas. Por el lado materno, tenía a mi abuela
Petronila, a quien todos llamaban Petita, y que durante los años que vivimos en
Jr. Huancayo hasta 1971, vivía con mi tía Norma
en Jr. Washington, a una cuadra de donde vivíamos. Años después, regresó a vivir a Chiclayo
hasta el final de sus días, en 1975. Y por el ala paterna, tenía a mi abuela
Ida. Desde que era niño, siempre supe que la abuela tenía un carácter bien
fuerte, para ser más exactos, un carácter recontra jodido. Mi padre siempre discutía con ella –mi viejo también tenía su geniecito- y
mi mamá la aguantaba harto, y a su vez, se convirtió en un importante punto de
apoyo. Ella era la mayor de todos sus
hermanos y fue la que enterró a todos, y vivió 101 años de edad, hasta 1995. Y
años después, entendí que mucho de su carácter fuerte era entendible debido al
hecho que enviudó cuando esperaba a su segundo hijo –mi padre-, cuando su esposo –mi
abuelo, quien era natural de Ecuador- falleció en un accidente algo raro y
sin que encontrase su cuerpo. Eso cambió su vida para siempre, porque tuvo que ser
padre y madre, y trabajar para mantener a sus dos hijos –mi tía Elba y mi padre-, y nunca se volvió a casar. Y con los
años, al llegar a la vejez, el carácter se le endureció más.
Cuando nos mudamos a la casa de Lince, todos los sábados la
abuela iba a almorzar a nuestra casa y se quedaba hasta las 5 o 6 pm, hora en
que regresaba a su casa, en la cuadra 14 de Arenales, en el segundo piso de un
edificio que quedaba al frente del Seguro Social, y en donde vivía con su
hermana Zoila. Las dos eran como perro y gato, peleaban mañana, tarde y noche,
pero no podían vivir la una sin la otra. Usualmente, los domingos la abuela se
iba a pasar el día en casa de su hermano Eduardo, el recordado “Tío
Cholo”. Y también la abuela solía pasar
Navidades con nosotros en la casa, desde que tuve uso de razón. Durante la
década del 70, era una costumbre tenerla en la casa a la hora del almuerzo,
pero uno como niño, y después adolescente, ve a los abuelos a cierta distancia.
Y más aún, si la abuela era poco expresiva con sus emociones, y mostraba una
apariencia dura e imperturbable. Recuerdo mucho cuando en los primeros años de
la década del 80, los sábados veía “Disco Club” en las tardes y como la TV
estaba en la sala, coincidía con el hecho que la abuela estaba sentada en la
sala y se ganaba con el programa, y al ver a los grupos y cantantes con el pelo
largo, despotricaba contra la música pop o rock, teniéndome que aguantar los
rajes en silencio. Recuerdo que una vez estaban pasando una canción de los Bee
Gees y comenzó el raje, y me tenía que morder la lengua para no decir nada, y
en eso pasó mi viejo, y le dijo, “Mamá, a
ti te gustan esos programas, ¿No?. Porque si no, ¿Qué haces viéndolos?”. Y la abuela se quedó calladita.
Los años transcurrían, y ya mi abuela entraba en mayor edad y se
le complicaba desplazarse por el tema de su vista. Y un día mi padre nos reunió
a mi hermano y a mí para pedirnos que fuéramos a visitarla a su departamento,
una vez por semana. Soy sincero en admitir que al inicio, lo hacía más por
obligación que por convicción, y en mi caso, como de lunes a viernes tenía
clases en la universidad, yo iba a visitarla los sábados en la mañana, mientras
que mi hermano Alex iba a mitad de semana. Poco a poco, me fui adaptando a esa
costumbre, y algo que mi abuela conservaba era una memoria increíble, porque se
acordaba de muchísimas cosas de su infancia, su juventud y su adultez. Conmigo
se abría y me contaba, miles de recuerdos de su vida, lo cual hizo que cada visita
sabatina se convirtiera en un viaje al pasado a través de sus recuerdos. Muchas
cosas me contó, aunque nunca entró en detalles sobre la muerte del abuelo. Cuando
murió mi madre en 1987, eso fue un golpe fuerte para la abuela porque se apoyaba
mucho en mi mamá, pero con la fortaleza que tenía, lo sobrellevó y ello,
reforzó las visitas de los días sábados. Además, algo que siempre le estuve agradecido
a mi abuela, fue que ella apoyó económicamente a mi padre para mis estudios
universitarios porque quería llegar a verme titulado como Abogado.
Esta costumbre se mantuvo hasta 1989, cuando una noche un
coche bomba explotó en un banco que estaba en la esquina del Seguro, y todas las lunas
del departamento volaron y tuvieron que dormir esa noche en el cuarto de
servicio con la empleada que las cuidaba. Al día siguiente, mi viejo tomó la
decisión de traer a la abuela a la casa y que ocupase uno de los cuartos junto
con su enfermera. Y así se dieron las cosas en adelante. En 1990
logró uno de sus mayores deseos: llegar a verme titulado como Abogado y en ese
mismo año, en diciembre también llegó a ver a mi hermano Alex graduado como
Publicista. En 1993 mi padre nos dejó y en la familia creíamos que la noticia
la iba a golpear demasiado y se lo ocultamos una semana. Hasta que con unas
tías, se lo tuvimos que decir y fue algo muy duro, pero no al nivel que
temíamos. Después de ello, se quedó con mi hermano Alex y conmigo
y en 1994, mi abuela llegó a lo que parecía algo imposible de llegar: cumplió
100 años. Su hija, mi tía Elba quien vive en USA, vino especialmente para la ocasión
con su esposo, mi tío Ed. E hicieron en
la casa una especie de Open House, y fue la primera vez que ví a toda la familia
paterna. Durante el día, tías y tíos vinieron para saludarla por su centenario
y fue un día maravilloso e inolvidable, hace exactamente 20 años.
En Setiembre de 1995 mi hermano Alex se casó y yo me quedé con
ella en aquella casa de Lince. Pero ya en esos años, los años se le habían
venido con todo. Su lucidez la conservaba intacta, pero ya casi ni veía y no
salía de su cuarto, y se sentaba en un sillón, siempre atendida por su
enfermera, todo el día. Recuerdo que con quien más hizo empatía fue con una
chica llamada Genoveva, que estuvo con ella desde que llegó a la casa en 1989,
y sabía cómo cuidarla. Poco a poco su salud se iba apagando, hasta que un 8 de
Noviembre de 1995 nos dejó para siempre. Pero lo curioso es que yo estuve trabajando
fuera de casa todo el día y la abuela murió a eso de las 3 pm, y mi familia no
tenía cómo ubicarme. Cuando regresé a casa a eso de las 7:30 pm, entré y me di
con la sorpresa que el cuarto de mi abuela estaba vacío. De inmediato le
pregunté a mi leal empleada Antonia y a Genoveva –quien estaba
allí-, qué había pasado, si es que la abuela se había puesto mal y dónde
estaba internada. Pero me contaron la dura verdad y eso fue un impacto
tremendo. Al rato, llegaron unos tíos para saber cómo estaba yo, y lo único que
me quedó fue cambiarme de inmediato e irme para el velorio, en donde mi hermano
Alex me contó todo lo que había pasado con detalles. Después de ello, me quedé
solo en esa casa en Lince, en donde permanecí hasta mayo de 1997. Pero esa ya
es otra historia.
Hoy mi abuela hubiera cumplido 120 años, y esta fecha siempre
era motivo para que mis viejos y los hermanos de mi abuela fueran a saludarla a
su casa. Han pasado casi 19 años desde que nos dejó y la recuerdo bastante porque
a pesar de su carácter duro y jodido, conmigo siempre se abrió y confiaba mucho
en mí. Y eso con el tiempo se valora mucho más. Pero por encima de todo, fue la
abuela que más cerca tuve, porque la abuela Petita era buena con nosotros, pero
al irse a Chiclayo se perdió el contacto con ella. Estoy seguro que allá en el
reino espiritual, hoy debe estar reunida celebrando con todos sus hermanos y también
con mis viejos. Gracias abuela Ida por haber estado presente en mi vida.
Que Dios te siga teniendo en su eterna gloria hasta cuando llegue el momento en que nos volvamos a encontrar.
¡PRIMEROOOOOO!
ResponderEliminarHola Elmo. Gracias por comentar y ser el primero en hacerlo.
EliminarUn abrazo.
LUCHO
Loa abuelos son esa ventana al pasado que muchos prefieren ignorar.
ResponderEliminar101 años es un montón, ¿duraremos tanto?
Hola de nuevo Elmo. Gracias por comentar.
EliminarEs muy cierto lo que dices. Los abuelos son un libro abierto del pasado, que siendo chibolos no apreciamos y lo hacemos cuando ya estamos con más años. Y sí, 101 años fue bastante y era otra generación. La nuestra si llega a los 75 que se dé por servida.
Un abrazo.
LUCHO