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domingo, 20 de julio de 2014

HACE 120 AÑOS: RECORDANDO A MI ABUELA IDA





Hoy, domingo 20 de Julio, se cumplen 120 años del nacimiento de mi abuela IDA MARGARITA WIESE DRAGO. Y sinceramente no estaba entre mis planes escribir este post, pero a medida que transcurría el día mientras recordaba a mi abuela, me entraron las ganas de querer escribir algo, y aquí estoy. Deseo hacer una pequeña semblanza de mi abuela Ida, y su relación conmigo. Desde que tuve uso de razón, a la edad de 4 años, tenía a mis dos abuelas vivas. Por el lado materno, tenía a mi abuela Petronila, a quien todos llamaban Petita, y que durante los años que vivimos en Jr. Huancayo hasta 1971, vivía con mi tía Norma  en Jr. Washington, a una cuadra de donde vivíamos.  Años después, regresó a vivir a Chiclayo hasta el final de sus días, en 1975. Y por el ala paterna, tenía a mi abuela Ida. Desde que era niño, siempre supe que la abuela tenía un carácter bien fuerte, para ser más exactos, un carácter recontra jodido.  Mi padre siempre discutía con ella –mi viejo también tenía su geniecito- y mi mamá la aguantaba harto, y a su vez, se convirtió en un importante punto de apoyo.  Ella era la mayor de todos sus hermanos y fue la que enterró a todos, y vivió 101 años de edad, hasta 1995. Y años después, entendí que mucho de su carácter fuerte era entendible debido al hecho que enviudó cuando esperaba a su segundo hijo –mi padre-, cuando su esposo –mi abuelo, quien era natural de Ecuador- falleció en un accidente algo raro y sin que encontrase su cuerpo. Eso cambió su vida para siempre, porque tuvo que ser padre y madre, y trabajar para mantener a sus dos hijos –mi tía Elba y mi padre-, y nunca se volvió a casar. Y con los años, al llegar a la vejez, el carácter se le endureció más.

Cuando nos mudamos a la casa de Lince, todos los sábados la abuela iba a almorzar a nuestra casa y se quedaba hasta las 5 o 6 pm, hora en que regresaba a su casa, en la cuadra 14 de Arenales, en el segundo piso de un edificio que quedaba al frente del Seguro Social, y en donde vivía con su hermana Zoila. Las dos eran como perro y gato, peleaban mañana, tarde y noche, pero no podían vivir la una sin la otra. Usualmente, los domingos la abuela se iba a pasar el día en casa de su hermano Eduardo, el recordado “Tío Cholo”.  Y también la abuela solía pasar Navidades con nosotros en la casa, desde que tuve uso de razón. Durante la década del 70, era una costumbre tenerla en la casa a la hora del almuerzo, pero uno como niño, y después adolescente, ve a los abuelos a cierta distancia. Y más aún, si la abuela era poco expresiva con sus emociones, y mostraba una apariencia dura e imperturbable. Recuerdo mucho cuando en los primeros años de la década del 80, los sábados veía “Disco Club” en las tardes y como la TV estaba en la sala, coincidía con el hecho que la abuela estaba sentada en la sala y se ganaba con el programa, y al ver a los grupos y cantantes con el pelo largo, despotricaba contra la música pop o rock, teniéndome que aguantar los rajes en silencio. Recuerdo que una vez estaban pasando una canción de los Bee Gees y comenzó el raje, y me tenía que morder la lengua para no decir nada, y en eso pasó mi viejo, y le dijo, “Mamá, a ti te gustan esos programas, ¿No?. Porque si no, ¿Qué haces viéndolos?”.  Y la abuela se quedó calladita.

Los años transcurrían, y ya mi abuela entraba en mayor edad y se le complicaba desplazarse por el tema de su vista. Y un día mi padre nos reunió a mi hermano y a mí para pedirnos que fuéramos a visitarla a su departamento, una vez por semana. Soy sincero en admitir que al inicio, lo hacía más por obligación que por convicción, y en mi caso, como de lunes a viernes tenía clases en la universidad, yo iba a visitarla los sábados en la mañana, mientras que mi hermano Alex iba a mitad de semana. Poco a poco, me fui adaptando a esa costumbre, y algo que mi abuela conservaba era una memoria increíble, porque se acordaba de muchísimas cosas de su infancia, su juventud y su adultez. Conmigo se abría y me contaba, miles de recuerdos de su vida, lo cual hizo que cada visita sabatina se convirtiera en un viaje al pasado a través de sus recuerdos. Muchas cosas me contó, aunque nunca entró en detalles sobre la muerte del abuelo. Cuando murió mi madre en 1987, eso fue un golpe fuerte para la abuela porque se apoyaba mucho en mi mamá, pero con la fortaleza que tenía, lo sobrellevó y ello, reforzó las visitas de los días sábados. Además, algo que siempre le estuve agradecido a mi abuela, fue que ella apoyó económicamente a mi padre para mis estudios universitarios porque quería llegar a verme titulado como Abogado.

Esta costumbre se mantuvo hasta 1989, cuando una noche un coche bomba explotó en un banco que estaba en la esquina del Seguro, y todas las lunas del departamento volaron y tuvieron que dormir esa noche en el cuarto de servicio con la empleada que las cuidaba. Al día siguiente, mi viejo tomó la decisión de traer a la abuela a la casa y que ocupase uno de los cuartos junto con su enfermera. Y así se dieron las cosas en adelante. En 1990 logró uno de sus mayores deseos: llegar a verme titulado como Abogado y en ese mismo año, en diciembre también llegó a ver a mi hermano Alex graduado como Publicista. En 1993 mi padre nos dejó y en la familia creíamos que la noticia la iba a golpear demasiado y se lo ocultamos una semana. Hasta que con unas tías, se lo tuvimos que decir y fue algo muy duro, pero no al nivel que temíamos. Después de ello, se quedó con mi hermano Alex y conmigo y en 1994, mi abuela llegó a lo que parecía algo imposible de llegar: cumplió 100 años. Su hija, mi tía Elba quien vive en USA, vino especialmente para la ocasión con su esposo, mi tío Ed.  E hicieron en la casa una especie de Open House, y fue la primera vez que ví a toda la familia paterna. Durante el día, tías y tíos vinieron para saludarla por su centenario y fue un día maravilloso e inolvidable, hace exactamente 20 años.

En Setiembre de 1995 mi hermano Alex se casó y yo me quedé con ella en aquella casa de Lince. Pero ya en esos años, los años se le habían venido con todo. Su lucidez la conservaba intacta, pero ya casi ni veía y no salía de su cuarto, y se sentaba en un sillón, siempre atendida por su enfermera, todo el día. Recuerdo que con quien más hizo empatía fue con una chica llamada Genoveva, que estuvo con ella desde que llegó a la casa en 1989, y sabía cómo cuidarla. Poco a poco su salud se iba apagando, hasta que un 8 de Noviembre de 1995 nos dejó para siempre. Pero lo curioso es que yo estuve trabajando fuera de casa todo el día y la abuela murió a eso de las 3 pm, y mi familia no tenía cómo ubicarme. Cuando regresé a casa a eso de las 7:30 pm, entré y me di con la sorpresa que el cuarto de mi abuela estaba vacío. De inmediato le pregunté a mi leal empleada Antonia y a Genoveva –quien estaba allí-, qué había pasado, si es que la abuela se había puesto mal y dónde estaba internada. Pero me contaron la dura verdad y eso fue un impacto tremendo. Al rato, llegaron unos tíos para saber cómo estaba yo, y lo único que me quedó fue cambiarme de inmediato e irme para el velorio, en donde mi hermano Alex me contó todo lo que había pasado con detalles. Después de ello, me quedé solo en esa casa en Lince, en donde permanecí hasta mayo de 1997. Pero esa ya es otra historia.


Hoy mi abuela hubiera cumplido 120 años, y esta fecha siempre era motivo para que mis viejos y los hermanos de mi abuela fueran a saludarla a su casa. Han pasado casi 19 años desde que nos dejó y la recuerdo bastante porque a pesar de su carácter duro y jodido, conmigo siempre se abrió y confiaba mucho en mí. Y eso con el tiempo se valora mucho más. Pero por encima de todo, fue la abuela que más cerca tuve, porque la abuela Petita era buena con nosotros, pero al irse a Chiclayo se perdió el contacto con ella. Estoy seguro que allá en el reino espiritual, hoy debe estar reunida celebrando con todos sus hermanos y también con mis viejos. Gracias abuela Ida por haber estado presente en mi vida. Que Dios te siga teniendo en su eterna gloria hasta cuando llegue el momento en que nos volvamos a encontrar.





4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola Elmo. Gracias por comentar y ser el primero en hacerlo.

      Un abrazo.

      LUCHO

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  2. Loa abuelos son esa ventana al pasado que muchos prefieren ignorar.

    101 años es un montón, ¿duraremos tanto?

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    Respuestas
    1. Hola de nuevo Elmo. Gracias por comentar.

      Es muy cierto lo que dices. Los abuelos son un libro abierto del pasado, que siendo chibolos no apreciamos y lo hacemos cuando ya estamos con más años. Y sí, 101 años fue bastante y era otra generación. La nuestra si llega a los 75 que se dé por servida.

      Un abrazo.

      LUCHO

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