Hoy 16 de Setiembre se cumplen 37 años de la partida de mi madre, SARA GIOCONDA TELLO ARRASCO, y quería compartir con ustedes su recuerdo y su imagen. Aunque no está físicamente entre nosotros desde 1987, su recuerdo permanece duradero por siempre.
Mi viejIta nació un miércoles 21 de marzo de 1934, en la provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Vivió su niñez y adolescencia en las cálidas tierras chiclayanas, al lado de su madre Petronila, y sus hermanas Letty, Aura y Norma, y años más tarde, se iría a vivir a Lima. Se casó con mi padre, Alberto Samuel Guadalupe Wiese, un domingo 2 de abril de 1961 en la Iglesia "Cristo Rey" en Santa Beatriz y se fueron a vivir al edificio que estaba en la cuadra 14 de la Av. Arenales. Cuando el que escribe vino al mundo, un domingo 3 de febrero de 1963, mi madre tenía 28 años y ya vivían en el Jr. Huancayo 177, Departamento 203, en Lima, donde estuvimos hasta febrero de 1971, cuando nos mudamos a nuestra recordada casa en Lince, en el Jr. Sinchi Roca 2538, al frente del parque "Mariscal Castilla".
Mi viejIta nació un miércoles 21 de marzo de 1934, en la provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Vivió su niñez y adolescencia en las cálidas tierras chiclayanas, al lado de su madre Petronila, y sus hermanas Letty, Aura y Norma, y años más tarde, se iría a vivir a Lima. Se casó con mi padre, Alberto Samuel Guadalupe Wiese, un domingo 2 de abril de 1961 en la Iglesia "Cristo Rey" en Santa Beatriz y se fueron a vivir al edificio que estaba en la cuadra 14 de la Av. Arenales. Cuando el que escribe vino al mundo, un domingo 3 de febrero de 1963, mi madre tenía 28 años y ya vivían en el Jr. Huancayo 177, Departamento 203, en Lima, donde estuvimos hasta febrero de 1971, cuando nos mudamos a nuestra recordada casa en Lince, en el Jr. Sinchi Roca 2538, al frente del parque "Mariscal Castilla".
En casa mi mamá -a quien llamábamos la "Chanchita"- fue una persona afectuosa y sobretodo, justa. Era una persona bien nerviosa y por ello, muchas veces era estricta cuando se trataba de darme permiso para salir con mis amigos a la calle, pero eso era parte de una época en que no había las amplias libertades que existen en nuestros días. Durante mi niñez, adolescencia y juventud, fui mucho más pegado a mi madre, quien a veces intercedía ante mi viejo para lograr un permiso mayor o para comprarme algunas cosas que me gustaban. Mientras mi padre trabajaba, todo permiso en la casa era con ella. Era una persona que se hacía querer por todo aquel que la conocía o trataba. Tanto en su familia como en la familia de mi padre, fue alguien muy querida y apreciada, porque era bien neutral y no se compraba problemas ajenos y también supo lidiar con mi abuela Ida, abuela paterna -quien tenía un carácter muy fuerte-, y con los años se convirtió en su mayor soporte y apoyo. Mis primos siempre la querían como la “Tía Gioco”, la tía conciliadora y que recibía siempre con los brazos abiertos a todos sus sobrinos, sin excepción.
Era una persona bastante sencilla, con ella no iban snobismos ridículos. Ella se sentía identificada con la persona común de la calle, y cuando iba a hacer sus compras al mercado, o cualquier otro lado, tenía sus caseras quienes le tenían mucho cariño y consideración. Recibía a todos por igual y cuando mis amigos del colegio o de la universidad pisaban a la casa, nunca dejaba de atenderlos y hacerlos sentir como en su casa.
Entre sus gustos, le encantaba la música instrumental, sobretodo la de Richard Clayderman –le fascinaba la “Balada para Adelina”-, y una de las mayores satisfacciones que mi hermano y yo tuvimos fue regalarles a nuestros padres por su aniversario de bodas número 26, dos entradas para ver a Richard Clayderman en vivo en el Auditorio del Colegio Santa Ursula, y recuerdo cuando regresaron del show, tenía una sonrisa de oreja a oreja por haber visto a un músico a quien admiraba. Pero si hay un tema que cuando lo escucho inmediatamente me hace evocar a mi madre y me mueve un poco el piso, es el instrumental “Love Is Blue” de Paul Mauriat, porque me traslada al año 1968 cuando tenía 5 años y vivíamos en la casa de Jr. Huancayo y mi hermano Alex tenía meses de nacido. Mi madre siempre me recogía de la escuela "Nuestra Señora de la Paz” y siempre nos íbamos a tomar lonche los viernes. También le encantaba el cine y sus actores favoritos eran Robert Wagner y Paul Newman. Le gustaba ver TV y siempre en las tardes y en las noches veía sus telenovelas al lado de nuestra empleada, Antonia -leal puneña que me vio nacer y nos acompañó durante mucho tiempo y que en enero del 2014 también nos dejó. Y por supuesto, le gustaba el fútbol, y en la casa había democracia para el fútbol. Mientras mi viejo y yo éramos cremas, y mi hermano era del Cristal, mi madre era aliancista de pura cepa y adoraba al “Nene” Cubillas y también le encantaba Oblitas. Pero era de las hinchas que cuando un equipo peruano distinto a su equipo blanquiazul jugaba contra un equipo extranjero, gritaba y vibraba con los goles que hacían. Y ni qué decir cuando jugaba la selección peruana, pegaba unos gritos de emoción cuando ganaba Perú, que perforaban nuestros oídos.
En la década del 80, en mis años universitarios, por la edad, mi prioridad fueron mis amigos, las fiestas y las salidas nocturnas y mi familia quedó relegada. Pero todo eso cambió en la setiembre de 1986 cuando luego de hacerse unos análisis, le diagnosticaron una fuerte anemia y una insuficiencia renal crónica. Fue un impacto fuerte porque en ese mes de setiembre, se puso muy mal y parecía que nos dejaba. Dejé todo por estar a su lado y estar atento a lo que necesitara. Luego que mi padre hiciera algunas gestiones, a partir de ese mes, comenzó con un tratamiento de diálisis para su insuficiencia renal y al comienzo, fue algo muy fuerte que la hacía sufrir mucho. Pero en los siguientes meses, ese tratamiento generó algunas mejoras en ella y pudo hacer su vida normalmente, pero sin dejar de someterse tres veces por semana al tratamiento de diálisis. Yo siempre la recogía de cada sesión y había veces que salía bien, como otras veces salía extenuada y muy agotada. Pero allí iba, lidiando de la mejor manera con este problema de salud. Recuerdo su último cumpleaños en marzo del 87, que en casa de mi tía Letty -su leal hermana con quien hablaba todos los días por teléfono-, le organizaron un almuerzo sorpresa y fue una velada muy grata y especial en familia.
Pero las cosas comenzaron a empeorar para setiembre del 87. La enfermedad había avanzado progresivamente y por más diálisis que tuviera, ya sus riñones se iban deteriorando cada vez más. Y a eso, se agregaba que el corazón se le había dilatado y había agarrado parte del pulmón, provocándole problemas respiratorios. Daba dos pasitos y se agitaba de cansancio. El martes 15 fue un día muy duro y esa noche, no durmió por el dolor que la aquejába –y ninguno de nosotros en la casa pudo dormir tampoco-, y para el día siguiente, miércoles 16, los dolores fueron en aumento. A eso del mediodía, decidimos internarla de emergencia en la Clínica Anglo Americana con el fin que la pudieran controlar mejor y estabilizar. Gracias al apoyo de mi tía Carmela y mi primo Fernando, nos trasladamos allá con mi viejo, mientras mi hermano Alex se quedó en casa. Al llegar a la clínica, aparentemente se había podido estabilizar y estaba más tranquila y la trasladaron a su cuarto. Todo iba bien hasta que en un momento comenzó a faltarle el aire y luego de una muy criticable indiferencia inicial por parte de los enfermeros, alguien se dio cuenta de la gravedad de la situación y eso generó que de inmediato llamaran a todos los paramédicos quienes entraron al cuarto, y mi padre y yo tuvimos que abandonar el cuarto. De inmediato llamé a mi hermano para que viniera a la Clínica porque la cosa era seria. La espera fue tensa y me comenzó a dar mala espina ver que las enfermeras salían lentamente del cuarto y en silencio. Y lo peor se confirmó minutos después. Mi padre y mi hermano se habían ido por otro lado y me encontraba solo esperando. Habían llegado mi tía Victoria y su hija Pilar, familiares cercanos del ala paterna y del cuarto salió el médico y se acercó hacia mí con semblante serio y con pesar me informó que mi madre nos había dejado para siempre por un paro cardiorespiratorio. Lo que vino después fue uno de los momentos más duros y dolorosos que me haya tocado vivir. Y a diferencia de mi padre, quien se fue sin sufrir, mi madre hasta el final se fue sufriendo y mucho.
Hace 35 años que nos dejó, pero su recuerdo siempre permanece imborrable en nuestras mentes y corazones. Desde que nos dejó, he podido avanzar en mi vida y sortear obstáculos y dificultades y superar momentos difíciles, tanto económicos, sentimentales como laborales, y a Dios gracias, hoy me siento una persona agradecida con lo que Dios y la vida me dio. SE que si viviera, me diría que se sentiría feliz por mi y por mi hermano Alex. Y SE que hubiese adorado a mi esposa Silvana, quien hubiera sido su “Aliada y Compañera Número 1”, no tengo la más mínima duda de ello. Y no tengo la menor duda que ya debe haberse encontrado con ella en el reino espiritual y deben haber charlado harto. Ella también sabía cuanto me gustaba QUEEN –varias veces cuando veía especiales de QUEEN en la TV, se sentaba en la sala a acompañarme- y SE que también hubiera estado feliz de ver que pude cumplir mi sueño de ver a la dupla sobreviviente de QUEEN en Chile, en el 2008.
Su caracter alegre, su sencillez y trato cordial con todos, sus sinceros deseos de atender siempre bien -con lonchecito incluido- a quien visitaba la casa y el enorme ángel que tenía, fueron siempre características esenciales de ella y su sello distintivo. Por eso es que quise desde este modesto blog, evocar a mi viejita y agradecerle por todo lo que me dio en la vida, por los valores que me inculcó y que me sirvieron tanto para ser un hombre de bien en la vida. Y desearle que donde quiera que se encuentre en el Reino de los cielos –estoy seguro que estará en una Zona Super VIP, al lado de mi padre, su mamá, su querida hermana Letty y por qué no, también de mi amada esposa Silvana-, vea que sus hijos lo recuerdan siempre y siguen diariamente su ejemplo de vida, hasta el día en que llegará el anhelado reencuentro en el reino espiritual.
Era una persona bastante sencilla, con ella no iban snobismos ridículos. Ella se sentía identificada con la persona común de la calle, y cuando iba a hacer sus compras al mercado, o cualquier otro lado, tenía sus caseras quienes le tenían mucho cariño y consideración. Recibía a todos por igual y cuando mis amigos del colegio o de la universidad pisaban a la casa, nunca dejaba de atenderlos y hacerlos sentir como en su casa.
Entre sus gustos, le encantaba la música instrumental, sobretodo la de Richard Clayderman –le fascinaba la “Balada para Adelina”-, y una de las mayores satisfacciones que mi hermano y yo tuvimos fue regalarles a nuestros padres por su aniversario de bodas número 26, dos entradas para ver a Richard Clayderman en vivo en el Auditorio del Colegio Santa Ursula, y recuerdo cuando regresaron del show, tenía una sonrisa de oreja a oreja por haber visto a un músico a quien admiraba. Pero si hay un tema que cuando lo escucho inmediatamente me hace evocar a mi madre y me mueve un poco el piso, es el instrumental “Love Is Blue” de Paul Mauriat, porque me traslada al año 1968 cuando tenía 5 años y vivíamos en la casa de Jr. Huancayo y mi hermano Alex tenía meses de nacido. Mi madre siempre me recogía de la escuela "Nuestra Señora de la Paz” y siempre nos íbamos a tomar lonche los viernes. También le encantaba el cine y sus actores favoritos eran Robert Wagner y Paul Newman. Le gustaba ver TV y siempre en las tardes y en las noches veía sus telenovelas al lado de nuestra empleada, Antonia -leal puneña que me vio nacer y nos acompañó durante mucho tiempo y que en enero del 2014 también nos dejó. Y por supuesto, le gustaba el fútbol, y en la casa había democracia para el fútbol. Mientras mi viejo y yo éramos cremas, y mi hermano era del Cristal, mi madre era aliancista de pura cepa y adoraba al “Nene” Cubillas y también le encantaba Oblitas. Pero era de las hinchas que cuando un equipo peruano distinto a su equipo blanquiazul jugaba contra un equipo extranjero, gritaba y vibraba con los goles que hacían. Y ni qué decir cuando jugaba la selección peruana, pegaba unos gritos de emoción cuando ganaba Perú, que perforaban nuestros oídos.
En la década del 80, en mis años universitarios, por la edad, mi prioridad fueron mis amigos, las fiestas y las salidas nocturnas y mi familia quedó relegada. Pero todo eso cambió en la setiembre de 1986 cuando luego de hacerse unos análisis, le diagnosticaron una fuerte anemia y una insuficiencia renal crónica. Fue un impacto fuerte porque en ese mes de setiembre, se puso muy mal y parecía que nos dejaba. Dejé todo por estar a su lado y estar atento a lo que necesitara. Luego que mi padre hiciera algunas gestiones, a partir de ese mes, comenzó con un tratamiento de diálisis para su insuficiencia renal y al comienzo, fue algo muy fuerte que la hacía sufrir mucho. Pero en los siguientes meses, ese tratamiento generó algunas mejoras en ella y pudo hacer su vida normalmente, pero sin dejar de someterse tres veces por semana al tratamiento de diálisis. Yo siempre la recogía de cada sesión y había veces que salía bien, como otras veces salía extenuada y muy agotada. Pero allí iba, lidiando de la mejor manera con este problema de salud. Recuerdo su último cumpleaños en marzo del 87, que en casa de mi tía Letty -su leal hermana con quien hablaba todos los días por teléfono-, le organizaron un almuerzo sorpresa y fue una velada muy grata y especial en familia.
Pero las cosas comenzaron a empeorar para setiembre del 87. La enfermedad había avanzado progresivamente y por más diálisis que tuviera, ya sus riñones se iban deteriorando cada vez más. Y a eso, se agregaba que el corazón se le había dilatado y había agarrado parte del pulmón, provocándole problemas respiratorios. Daba dos pasitos y se agitaba de cansancio. El martes 15 fue un día muy duro y esa noche, no durmió por el dolor que la aquejába –y ninguno de nosotros en la casa pudo dormir tampoco-, y para el día siguiente, miércoles 16, los dolores fueron en aumento. A eso del mediodía, decidimos internarla de emergencia en la Clínica Anglo Americana con el fin que la pudieran controlar mejor y estabilizar. Gracias al apoyo de mi tía Carmela y mi primo Fernando, nos trasladamos allá con mi viejo, mientras mi hermano Alex se quedó en casa. Al llegar a la clínica, aparentemente se había podido estabilizar y estaba más tranquila y la trasladaron a su cuarto. Todo iba bien hasta que en un momento comenzó a faltarle el aire y luego de una muy criticable indiferencia inicial por parte de los enfermeros, alguien se dio cuenta de la gravedad de la situación y eso generó que de inmediato llamaran a todos los paramédicos quienes entraron al cuarto, y mi padre y yo tuvimos que abandonar el cuarto. De inmediato llamé a mi hermano para que viniera a la Clínica porque la cosa era seria. La espera fue tensa y me comenzó a dar mala espina ver que las enfermeras salían lentamente del cuarto y en silencio. Y lo peor se confirmó minutos después. Mi padre y mi hermano se habían ido por otro lado y me encontraba solo esperando. Habían llegado mi tía Victoria y su hija Pilar, familiares cercanos del ala paterna y del cuarto salió el médico y se acercó hacia mí con semblante serio y con pesar me informó que mi madre nos había dejado para siempre por un paro cardiorespiratorio. Lo que vino después fue uno de los momentos más duros y dolorosos que me haya tocado vivir. Y a diferencia de mi padre, quien se fue sin sufrir, mi madre hasta el final se fue sufriendo y mucho.
Hace 35 años que nos dejó, pero su recuerdo siempre permanece imborrable en nuestras mentes y corazones. Desde que nos dejó, he podido avanzar en mi vida y sortear obstáculos y dificultades y superar momentos difíciles, tanto económicos, sentimentales como laborales, y a Dios gracias, hoy me siento una persona agradecida con lo que Dios y la vida me dio. SE que si viviera, me diría que se sentiría feliz por mi y por mi hermano Alex. Y SE que hubiese adorado a mi esposa Silvana, quien hubiera sido su “Aliada y Compañera Número 1”, no tengo la más mínima duda de ello. Y no tengo la menor duda que ya debe haberse encontrado con ella en el reino espiritual y deben haber charlado harto. Ella también sabía cuanto me gustaba QUEEN –varias veces cuando veía especiales de QUEEN en la TV, se sentaba en la sala a acompañarme- y SE que también hubiera estado feliz de ver que pude cumplir mi sueño de ver a la dupla sobreviviente de QUEEN en Chile, en el 2008.
Su caracter alegre, su sencillez y trato cordial con todos, sus sinceros deseos de atender siempre bien -con lonchecito incluido- a quien visitaba la casa y el enorme ángel que tenía, fueron siempre características esenciales de ella y su sello distintivo. Por eso es que quise desde este modesto blog, evocar a mi viejita y agradecerle por todo lo que me dio en la vida, por los valores que me inculcó y que me sirvieron tanto para ser un hombre de bien en la vida. Y desearle que donde quiera que se encuentre en el Reino de los cielos –estoy seguro que estará en una Zona Super VIP, al lado de mi padre, su mamá, su querida hermana Letty y por qué no, también de mi amada esposa Silvana-, vea que sus hijos lo recuerdan siempre y siguen diariamente su ejemplo de vida, hasta el día en que llegará el anhelado reencuentro en el reino espiritual.