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miércoles, 18 de diciembre de 2024

18 DE DICIEMBRE DE 1979: NUESTRA GRADUACION, EL FIN DE UNA ERA







Diciembre de 1979. Mes que se convertía en el último mes de nuestra vida escolar, que se inició en 1969 en Transición. Once años habían transcurrido y estábamos llegando ya al final de una etapa en nuestras vidas, y justo coincidiendo con el final de la década del 70. Ya para ese mes, tras terminar los exámenes finales del cuarto bimestre, nuestro interés estaba enfocado en lo que sería el día que nos graduaríamos con la cena de promoción y luego, la fiesta de promoción. A finales de noviembre, ya habíamos tenido una reunión un sábado en la noche en la casa de Beto Lay, y en donde invitamos a nuestro querido profesor, Clive Bailey -fallecido en el 2022-, quien fuera nuestro Class Teacher en Tercero de Secundaria y con quien tuvimos una cercanía muy grande, y quien muchos años después, llegó a ser Director del Colegio, dándole una visión más moderna y de mente amplia. El domingo 9 de diciembre tuvimos una Ceremonia de Despedida en un culto público en la Capilla del Colegio, y fuimos con nuestras familias y fue un momento bastante especial.





Luego de coordinaciones y de diversas actividades que se realizaron bajo la batuta de la Comisión de Madres de Familia -de la cual mi viejita -QEPD- formó parte y doy fe de lo duro que se batieron para recaudar fondos para nuestra promoción-, se fijó que la fiesta de promoción sería el viernes 21 de diciembre de 1979. Y nuestra Graduación sería el 18 de Diciembre y luego de la Ceremonia, la Cena sería en el recordado Hotel "Cesar's" en Miraflores, hoy llamado "Casa Andina Private Collection Miraflores". Ese día martes 18 de Diciembre de 1979 fue uno de los más felices días de mi vida, un día que fue completo, de principio a fin, y eso sucedió hace exactamente 45 años, un día como hoy.


Recuerdo que mis viejos y mi hermano estaban esperando con expectativa este momento y los que nos graduábamos teníamos la libertad de invitar a todos los familiares que quisiéramos. Me acuerdo que el Director del colegio en ese entonces, el señor Vidal -más conocido como el "Loco Vidal"- nos dijo que la entrada a la ceremonia de graduación era con invitación, pero nosotros teníamos carta libre para pasarle la voz a quienes quisiéramos y poco le faltó para decir que trajéramos a la empleada y hasta al perro de la casa. Teniendo en cuenta eso, yo había invitado a algunas tías, hermanas de mi madre, pero se excusaron por el tema del tiempo, y al final, irían mis padres y mi hermano Alex. Esa mañana del martes 18 de diciembre comenzó de una manera entusiasta para mí. Sabía que ese día iba a ser especial, tanto por la graduación como por la cena, pero también en mi interior, era consciente que cerraba una etapa de mi vida en el colegio y en sus instalaciones -porque la fiesta ya sería en el Country Club- y eso me generaba por un lado cierta pena, porque a partir del siguiente año, 1980, todos tomaríamos rumbos separados, postulando a la Universidad; pero por otro lado, me generaba expectativa por lo que vendría en mi vida al año entrante, cuando postulara a la Universidad Católica a Derecho. Esa mañana nos citaron en el colegio para ensayar lo que sería nuestra participación en la graduación, cómo entraríamos al Salón de Actos, cómo nos ubicaríamos en nuestros asientos y cómo se llevaría a cabo la ceremonia, cuando el Superintendente Allan Fraser -más conocido como "Camote"- nos llamaría uno por uno para entregarnos nuestros diplomas. Y también ensayamos cantando el himno de Inglaterra, "God Save The Queen" -en ese época, aún no era el fan de QUEEN que soy ahora. Y también me acuerdo que en esa mañana estaba con nosotros dándonos las pautas nuestro profe Clive Bailey, y en un momento en que cantábamos el himno de Inglaterra, el cachetón Alex Llerena no quiso cantar y Bailey le metió su cuadrada y todos por dentro nos arrastrábamos de la risa, y algunos decían en voz baja "jálenle las orejitas". El ensayo duraría un poco más de una hora y terminado esto, regresamos a nuestras casas, para prepararnos para lo que vendría. Pero el ambiente era muy positivo y nostálgico, porque sabíamos que esa sería la última vez que estaríamos como promoción dentro del colegio y ya en mi interior iba sintiendo que estaba viviendo un día especial y muy feliz. Y eso que todavía faltaba lo mejor.

De regreso a casa, almorcé con mi familia y descansé un poco y calculando la hora, salimos en dirección al colegio. Llegando, mi familia se ubicó en el auditorio y yo me iría con mis amigos de la promoción, y todos estábamos con nuestros ternos, con saco y corbata -cuando no tenía la más mínima idea de cómo hacerme el nudo de la corbata- y al momento de entrar al colegio nos pusieron una rosa en la solapa del saco. Y nos ubicamos en nuestros asientos, en las butacas de adelante en la columna del centro, y cuando comenzó la ceremonia, para mí fue sencillamente algo mágico, reminiscente y nostálgico. Soy sincero en confesar que en esos momentos, pasaba por mi cabeza todos los recuerdos vividos desde Transición y la reminiscencia se iba apoderando  de mí. En el resto del Salón de Actos, nuestros familiares contemplaban felices y orgullosos este logro en nuestras vidas, culminar nuestros estudios escolares. Y cuando llegó el momento en que nos llamaron a subir al estrado, uno por uno, en orden alfabético, todos los familiares del que subía al estrado rompían en aplausos y hasta con algo de barra. Cuando me tocó subir, me temblaban las piernas y fue emotivo para mí, ver sentada en el estrado a la Miss Mackenzie, quien fuera nuestra querida profesora en Transición y Quinto de Primaria. Recibí de manos del señor Fraser el diploma y una Biblia como regalo que nos daba el colegio. En honor a la verdad, esos segundos fueron uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Y así, desfilarían todos en el estrado, tanto la gente de mi salón A, como mis hermanos de la B. Y un momento que debo confesar que se me hizo un nudo en la garganta, fue cuando llegó el momento de entonar el himno del colegio, "Adelante Estudiantes del Anglo". Era la última vez que lo cantaría como alumno, ya que las numerosas veces que lo he entonado cuando he ido al Colegio ha sido ya en calidad de Ex Alumno. Todos cantamos el himno con fervor y emoción, porque creo que todos éramos conscientes que era la última vez que lo haríamos como alumnos. Al terminar la ceremonia, me acuerdo que busqué a mis viejos y sentí una gran felicidad al ver sus rostros de emoción y me abrazaron muy efusivamente y mi viejo tenía sus ojos algo rojos de la emoción y mi viejita tenía una sonrisa de oreja a oreja. Me despedí de ellos porque de allí nos iríamos a nuestra Cena y nos juntamos para irnos en grupos al Hotel "Cesar's", que quedaba en la esquina de La Paz con Diez Canseco.

Cuando llegamos al hotel, fue para mí alucinante. Era un hotel de lujo y era uno de los mejores hoteles en Lima en esa época. Cuando entramos al ambiente, vimos que estaba todo alfombrado y donde estaríamos ubicados, y mismo niño en dulcería miraba a todos lados, deslumbrado por el hotel. Ese fue un momento mágico para mí, el compartir con los amigos de la promoción el que era nuestro último acto formal como promoción en donde estábamos TODOS los miembros de la promoción, ya que a la fiesta de la promoción hubieron uno o dos que no asistieron. El servicio fue de primera, la comida estuvo deliciosa y me acuerdo que nos acompañaron el señor Fraser, y algunos profesores, como el señor Bailey, el señor Luna -conocido como Pablo Mármol-, el señor Espinoza -más conocido como Toby, Memo o Marmotín-, el señor Palacios -conocido como "Chorizo"-, y el señor Granados -el popular "Náufrago". Y lo que vivimos en ese momento fue sencillamente único y nos sentíamos más hermanados que nunca. Al final, la cena acabó, creo que a eso de las 11 pm, y un grupo de la promoción se fue a celebrar con el "Náufrago" -que era un loco de atar-, y como en esa época el que escribe no tomaba, me regresé a mi casa en los colectivos que iban por la avenida Arequipa. Y recuerdo que me fui con un compañero de promoción, al cual jamás volvimos a ver después en 45 años, ya que no fue a la fiesta, Juan Allauca. Recuerdo que conversamos de la cena y nos despedimos con un "hasta el viernes, nos vemos en la fiesta", y después nunca más se supo de él. Me bajé en el Edificio "El Dorado", ya que en esa época vivía en mi tradicional casa en Lince, y me fui caminando por toda la avenida Hipólito Unanue, con un sentimiento de felicidad verdadera y auténtica, de haber vivido un día completo, desde que me levanté hasta que me acosté. Muy pocas veces he tenido días así en mi vida. He tenido momentos muy felices, pero no días completos, y este 18 de diciembre de 1979 fue el primer día en que experimenté una felicidad completa. Y no volví a experimentar esto hasta el 19 de noviembre del 2008 cuando en Chile cumplí el sueño de mi vida de ver a la dupla sobreviviente de QUEEN en vivo. Fue un día impregnado de magia que se esparció a lo largo de todo ese martes 18 de diciembre de 1979 y que hoy, 45 años después, lo sigo recordando como si fuera ayer.

Luego vendría la fiesta de Promoción en el Country Club y eso ya fue otra historia. Con los años, hemos tenido buenos reencuentros en la promoción, sobretodo en nuestras Bodas de Plata en el 2004, por nuestros 30 años en el 2009 y en nuestros 40 años en el 2019. Pero tanto en la Graduación como en la fiesta, fue la última vez que estuvimos todos juntos como promoción, algo que no se ha vuelto a repetir. Aún conservo el contacto con mis amigos del alma, "Los Siete Samurais" -Beto Hernández, Alex Llerena, Roberto Rentería, Martín Ortiz, Octavio Zumarán, César Watanabe y el que escribe-, al que incorporaría como un "Octavo Samurai" a mi gran amigo Tito Teruya o a mi entrañable amigo Emilio Palacio. Ellos son mis hermanos del alma, y son mis amistades más entrañables y más antiguas, que en su gran mayoría se iniciaron hace 55 años y que hoy 45 años después de haber dejado las aulas sanandresinas, la amistad, confianza y estimación personal se mantiene intacta. E incluso, hay un grupo de Whatsapp, en donde son 34 los que se mantienen en contacto y cada cual, con sus ocurrencias o sus videos o audios -algunos subiditos de tono-, nos hacen retroceder a esas épocas escolares en la década del 70.  Asimismo, el aprecio por mis compañeros de promoción, tanto de mi salón, como mis hermanos de la B, sigue perdurando con los años.

Un día como hoy, hace 45 años, nos graduamos de nuestro querido "San Andrés" y vivimos el último acto formal como alumnos del colegio. Y ese recuerdo permanece por siempre en nuestras mentes y corazones, como recuerdo del final de una etapa única y singular de nuestras vidas, once años en que compartimos todo en el colegio y que nos formó como personas de bien y que fue la base de lo que somos ahora.




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