Y nuevamente llegamos al último día del mes, y ya está finalizando
Julio. Y para no perder la costumbre, toca el quinto post del segmento “COSAS
QUE ME DISGUSTAN”. Sabiendo que a menos, hay algunos amigos que están esperando este
post, es que he querido cerrar el mes con este post y con dos cosas que detesto
y con un roche más para la colección.
1) Francamente una de las cosas que
más detesto en la vida es la vulgaridad. No aguanto ni tolero a la gente vulgar,
soez y chabacana. Una cosa es soltar tus carajitos o tu “a la m…”, o un “chessss….”,
en un contexto en el cual no desencaje e incluso en el cual hasta puede llegar
a causar algo de gracia o risa. Pero una cosa es eso, y otra ser un patético
lisuriento que de 10 palabras, 11 son lisuras y dichas encima con pésimo gusto.
Y no es que el que escribe sea un cucufato de primera o que me ponga rojo de
rubor cuando escuche una lisura o una mala palabra. En lo absoluto, es más, yo
reconozco que soy liso, pero con mis amigos y en un ambiente en el cual no
incomode o moleste a terceros. Pero francamente escuchar una ametralladora de
vulgaridades es algo que por un lado me enerva, pero por otro lado, me da
lástima porque el sujeto que se ufana de practicar a veces el deporte del
“alpinchismo” –muy típica de los chibolos
cuando dicen “me llega al p….”-, o de “mierdear” a diestra y siniestra, me
parece un individuo con el cociente intelectual de un simio o de retrasado
mental, con el perdón de los pobres simios o los que sufren retraso mental. Y
lo peor es que sueltan sus “perlitas” sin importar si hay alguna dama al
costado o cerca, o de repente hasta una señora o alguien mayor. No, ellos se
hinchan el pecho mismo pavo real escaldado y se jactan de ser los “non plus
ultra” de la ciudad. Seguro que a esos les ponen un examen de kindergarten y
salen desaprobados de manera escandalosa. Y eso es bastante común en los
adolescentes, pero lo que más sorprende –aunque a estas alturas ya no debería
sorprender- es escuchar a las chiquillas expresarse con los modales de un
camionero, cuando conversan entre ellas. No hace mucho estaba en el micro y
sentadas atrás mío habían dos chicas que ni llegaban a los 16 años y hablaban
de una manera que a uno lo dejaba perplejo. Recuerdo que una le decía a otra, “oye y el fulano te hizo algo? ¿Te agarró
arriba, abajo?” y la otra contestaba, “No,
el maricón de m…., no hizo ni m….. La debe tener chiquita, grandísimo rosquete”.
Fue suficiente para mí. Finalmente, en
cuanto a este tema de la vulgaridad, algo que realmente me produce rabia es
cuando veo a esos que se creen galanes de polladas y cuando pasa una chica a su
lado, lanzan el típico “ssssssssss”, o le mandan un beso que dura de una cuadra
a otra. Honestamente eso me parece nauseabundo porque es un reflejo total de la
vulgaridad y chabacanería elevadas a la máxima expresión. No tienen ningún tipo
de respeto por dama alguna y abiertamente les dicen: “¡Que buenas tetas! O ¡que buen c…!”. Y lo peor es que en su atrofiado cerebro,
estos aprendices de animales juran que están conquistando a una fémina al
estilo de James Bond y que encima, les van a hacer caso. La verdad es que a
todos esos los envolvería en una bolsa y les prendería fuego. Lamentablemente
ninguna chica está libre de estos especimenes.
Reitero, cuando una “palabrota”
es dicha con gracia, hasta puede generar risas. Y eso me hace acordar una anécdota
de un primo, a quien llamaremos “X”. X tenía apenas 5 a 6 años, y era recontra
liso, pero como era un pericotito daba risa escucharlo decir algo así. Y una
vez mi tía nos contó que estaban en una misa de 12, ella con mi primo, y atrás
suyo estaban sentadas unas monjitas. La cosa es que el cura que daba el sermón
era aburrido hasta decir basta y hablaba y hablaba y se mandaba como media hora
de sermón. Era el mejor remedio contra el insomnio y la gente esperaba el
momento en que el sermón acabara. Y mi primo X en un momento de impulso y quizás
aburrido y hastiado de estar escuchando al cura hablar y hablar, mira a mi tía
y le dice a voz en cuello y suelto de huesos: “Mamá, ¿este viejito pelado cojudo no se cansa de hablar?”. Mi tía
estaba roja de la vergüenza y lo más curioso fue que las que más celebraron la
gracia del niño fueron las monjitas que se comenzaron a arrastrar de la risa.
2) Otra cosa que francamente detesto
es el estúpido racismo. Y hablo del racismo de verdad. Una cosa es bromear o
contar chistes racistas como “blanco
colgado de un árbol: Tarzán; negro colgado de un árbol: higo”, y otra
calificar a una persona por el color de su piel. Cuando veo la ideología nazi y
cómo proclama la supremacía de la raza aria, francamente me produce risa y me
parece patético. Es curioso que los animales, llámese perros, gatos o hasta
aves, les importa un pepino el color de su piel, y nosotros, los seres humanos,
que se supone que somos racionales, nos detenemos a pensar en que tal o cual persona
es inferior porque es negro, cholo, andino, chino, judío o árabe. Pero el racismo como plaga de la humanidad, es
algo que no tiene sentido ni razón de ser. Simplemente me pregunto, todos estos
sujetos patéticos que alaban a los nazis o al Ku Kux Klan, ¿Qué piensan? ¿Que
el día que se mueran, se van a llevar su pielcita blanca al otro mundo? ¿Qué eso le va a servir a la hora que estén
frente al “Jefe” allá arriba? Más que
seguro que los van a mandar reencarnar en lo que tanto despotricaron para que
sepan qué es lo que se siente al recibir un pago con la misma moneda. Y lo más patético que muchas veces, aquí en
nuestro país quienes más cholean o serranean, son los mismos cholos o serranos.
A veces me produce risa cuando escucho a un tipo de rasgos cholos, decir “éste cholo de m…”. Cosas que realmente
uno jamás llegará a entender en su sano juicio. Y encima cuando a veces uno ve banderas con la
esvástica nazi en hinchadas como la “Trinchera Norte” o “Comando Sur”,
simplemente me digo a mí mismo, si Hitler hubiera nacido aquí, esos hubieran
sido los primeros en volar. Absolutamente patético. Realmente nuestro país es
un país multirracial y hay de todo y para todos los gustos. Por eso, pretender
seguir con ideas racistas en pleno siglo XXI es algo que es propio de mentes
atrofiadas o descerebradas.
3) Por último, la sección de los
roches. La semana pasado conté la historia del moco, que fue de un amigo y
ahora es turno de contar algo que me sucedió en la década del 80. Era el año
1986 y era un día domingo y me iba a casa de unos amigos y me encontraba en la
avenida Javier Prado, en San Isidro, esperando un bussing o una combi. Ya
estaba con cierto retraso y encima, los buses no venían y las combis venían
llenas. Llevaba ya como 20 minutos en el paradero cuando en eso, pasa una combi
–una camioneta rural para los que no
saben qué es una combi- y pasa la esquina en donde yo estaba y se detiene y
una persona bajó de allí. Me dije a mí mismo, “por fin, corre antes que te
ganen” y fui hacia la combi y entré y me senté en un asiento. El chofer y los
pasajeros me miraban y encima lo miré al chofer y le dije: “Maestro, apúrese que estoy con la hora, rápido por favor, para hoy”.
El chofer se rió y tranquilamente me dijo: “Disculpa
hermanito, pero éste es un carro particular”. En ese preciso instante, quería agarrar una
bolsa y ponérmela en la cabeza por la vergüenza que me habían hecho pasar. Solo
atiné a decirles, “oops, sorry amigos” y me bajé y regresé a mi paradero a
esperar mi bussing que llegó 15 minutos después. Me dejó como moraleja,
preguntar antes de entrar a cualquier lugar.
Esta ha sido la quinta entrega de esta sección “COSAS QUE ME DISGUSTAN . Espero
que estos tres puntos hayan sido de su agrado y los invito a compartir sus opiniones
y experiencia alrededor de estas tres historias. Dios mediante será hasta el próximo
mes o el subsiguiente.