HACE TRES AÑOS: RECORDANDO A LAIKA

Un día como hoy, hace 3 años, un domingo 22 de Junio del 2008, nuestra perrita Laika nos dejó para siempre, cerrando así una etapa en las vidas de quienes compartimos con ella. Y así como le dediqué un post a nuestra perrita Candy cuando el pasado 4 de diciembre partió a un mundo mejor, hoy he querido hacer una pequeña semblanza de este fiel animalito que se robó el corazón de toda mi familia.

Como señalé en el post que le dediqué a Candy (http://royaltrilogy.blogspot.com/2010/12/adios-candy-gracias-por-tu-carino.html), conocí a mi esposa el 21 de abril del 2001 e iniciamos nuestra relación el 12 de mayo del 2001. Y recuerdo que en el mes de junio fue la primera vez que fui a la casa en donde actualmente vivo, con la idea de conocer a David, el hijo de mi esposa, y a mi suegro, y de paso a sus dos perritas: una negrita llamada Laika que había llegado en 1995 y Candy, que había llegado en diciembre de 1999. Mi esposa me contó que cuando en febrero de 1995 falleció su madre, doña Berthita –a quien no tuve el honor de conocer-, quedó un vacío enorme en la casa. Y a la semana siguiente, mi esposa Silvana retornaba a trabajar tras haber pedido vacaciones para estar cerca en los últimos momentos de su madre. Y el problema era cómo dejaba solos a su papá y a su hijo David, que en ese entonces tenía 7 años y próximo a cumplir 8 en abril. MI suegro cada mañana se iba a la sala, se sentaba y las lágrimas se le brotaban de los ojos ante la ausencia de doña Berthita. Y fue en ese momento que Silvana pensó que lo mejor era tener un perrito porque eso los mantendría con la mente ocupada para cuidar al animalito que viniese. Y un sábado 18 de febrero, Nando, el hijo menor de mi cuñado Alberto, le avisó a Silvana que una perra había tenido cachorritos y lo llevó a la casa. El animalito estaba carachoso, y las pulgas desfilaban impunemente por su cara. Lo llevaron al veterinario, lo bañaron, lo despulgaron y resulta que no era macho, sino hembrita. Ellos estaban con la firme idea de querer tener un perro macho, pero el veterinario le dijo que como era hembrita era más difícil conseguirle dueño y si no conseguía un dueño, lo único que quedaría sería sacrificarla. Ante eso, y ya con lo que se habían encariñado con la perrita, decidieron tenerla y le pusieron el nombre de Laika. Y llegó a la casa donde actualmente vivo, en un momento preciso y providencial, en el peor momento de las vidas de mi esposa, su hijo y su papá. Laika llenó de inmediato ese vacío y mi suegro estaba pendiente de ella y se convirtió en la compañera de juego de David, quien a esa edad de 8 años como cualquier niño, disfrutó del hecho de tener un animalito en casa. Laika llegó a ser como su hermanita menor, porque por lo que me contaban, tanto David como sus primos Nando, Karen y Jonhatan, la gozaron a Laika al máximo. ¿Qué no jugaban con ella? Silvana me contaba que jugaban al doctor, uno de ellos se tiraba al suelo como herido y Laika era la doctora y el otro hacía que con su patita la “Dra. Laika” curase al herido. También jugaban a “Star Wars” y le acomodaban las orejas a Laika para que fuese la princesa Leia. Y cómo le gustaba jugar con su pelotita. Misma arquera de futbol, le tiraban la bola y se arrojaba a agarrar la pelota. Era la reina engreída de la casa y sin duda alguna, su mundo sufrió un giro de 180 grados cuando llegó Candy en diciembre de 1999. Y eso le chocó mucho porque vino una extraña y le quitó el trono de la reina única de la casa. Ahora tenía que compartir su “reinado” con Candy. Y cuando Candy creció, no la dejaba tranquila a Laika y era una piedra en el zapato para la pobre Laika, a la cual hostigaba y jorobaba duro. Las dos perritas eran recontracelosas por el cariño de mi esposa y en una oportunidad, en un cumpleaños de David del 2001 -todavía no había llegado yo allí-, al momento de cantar el Happy Birthday, las dos se comenzaron a pelear debajo de la mesa como dos perros callejeros. Y eso sucedía también cuando había visita en la casa. Ante ello, se optó por encerrarlas en el cuarto de mi suegro cada vez que venía alguien, y lo gracioso es que cuando estaban encerradas, en vez de pelear, lloraban juntas las dos.

La primera vez que pisé la casa y conocí a Laika, en junio del 2001, me pareció un animalito bien tranquilo y acompañaba perfectamente en la sala sin problema alguno. Podías estar conversando en la sala o el comedor, y ella se echaba y descansaba tranquila y sin molestar. Candy era mucho más inquieta y juguetona, pero Laika era mucho más inteligente porque le enseñaron bastante en los años en que estuvo sola en la casa. Entendía lo que le decían y hacía caso. Era bien obediente y hacía caso cuando le decías que no hiciera algo. Cuando llegué yo a la casa y luego tras casarme con SIlvana el 7 de junio del 2002, aprendí a convivir con las dos perritas. Cada una tenía lo suyo. Y Laika te demostraba su cariño a su manera, no tan efusivamente como lo hacía Candy. Cada vez que mi esposa llegaba a la casa, ambas perritas se ponían arriba en la escalera, pero Laika bajaba de frente a saludar a Silvana y se subía de nuevo, ante los ladridos celosos y hostigantes de Candy, a quien provocaba agarrarla a patadas en ese momento, por lo pesada que era. Pero Laika aguantaba estoicamente todo ese acoso de Candy, quien la seguía y le respiraba al costado –parecía la marca que Reyna le hizo a Maradona en el 85-, y Laikita ni se inmutaba.

Otra característica en Laika es que fue un animalito bien fuerte y resistente. Cuando tenía entre 2 y 3 años, soportó un intento de envenenamiento, cuando presumiblemente –lamentablemente no hubo cómo probarlo, pero los indicios apuntaban a ello-, el indeseable de un vecino de al costado tiró bolitas de veneno a la azotea y Laika ingirió eso y se puso recontra mal y la llevaron de urgencia al veterinario, quien la salvó. Pero eso le había quemado el conducto por el que pasa los alimentos. En ese momento, yo no vivía allí, porque de haber sido así, no hubiera parado hasta romperle el alma a ese miserable sujeto. A Dios gracias, Laika pudo sobrevivir a ello, y años después, como no la operaron para que no tenga cachorros, y no tuvo cachorros, le comenzaron a salir unos bultitos en el pecho y luego, le salió un bultazo que le colgaba en la parte baja del pecho. Por buen tiempo convivió con eso, porque el veterinario nos dijo que eso iba a ir apareciendo más a medida que tuviera más años, lo cual llegó a pasar. Hasta que el bulto fue de tal mañana que se tuvo que extirpárselo y operarla. Luego de ello, estuvo varias semanas de convalecencia y durmió en nuestro cuarto, en una colcha al costado de la cama del lado de mi esposa. Y teníamos que tener las puertas cerradas porque como Candy era juguetona, de repente podía abrirle la herida a Laika. Lamentablemente el tenerlas separadas generó que el afán de juguetear entre ambas, se convirtieran en celos y no podíamos tenerlas juntas porque ya se comenzaban a mirar feo. Fue casi todo un mes de Junio, en el que tanto Silvana como yo, pasamos nuestras vacaciones cuidando a las benditas perras, y cuando llegó finales de junio y ya ambos retornábamos a trabajar en julio, había que volver a juntarlas, y eso fue uno de los momentos más tensos que tuvimos. Pero al final, las cosas se solucionaron y ya las dos estaban comiendo nuevamente juntas y durmiendo en la sala.

En el 2008, el cáncer que tenía Laika en sus tumorcitos, siguió creciendo y extendiéndose y ya la perrita comenzaba a sentirse mal. Hubieron días en que se ponía de tal forma, que ya pensábamos lo peor. Para Junio del 2008, eso comenzó a ser algo diario y en la tercera semana, ya la perrita casi ni se movía y temblaba toda. Hasta que llegó el domingo 22 de junio, y nos preparábamos para ir a almorzar por el cumpleaños de un tío de mi esposa, su querido tío Juan Llontop –quien precisamente hoy está cumpliendo 90 años y está bastante entero para su edad-, pero en la mañana ya Laika no soportaba el dolor. Llamamos al veterinario y fue sincero en decirnos que no había nada por hacer, que estaba sufriendo mucho y que en nosotros estaba la decisión. Veíamos a Laika y nos destrozaba verla cómo sufría y cómo era una total sombra de la perrita llena de vitalidad que era. Y tomamos la decisión de sacrificarla y evitar que siguiera sufriendo tan cruelmente. En esos momentos, la casa era un total velorio. David lloraba sin cesar y mi suegro era un paño de lágrimas. Y Silvana estaba totalmente devastada. Yo me tenía que aguantar pero por dentro la pena me azotaba. Y se decidió hacerla dormir en la casa para que luego el doctor se la llevase y la sacrificase en su consultorio. Y hasta el último momento, Laika mostraba su fortaleza porque se resistía a dormirse y se tuvo que inyectarla dos veces más para que finalmente se quedase dormidita. Y así se la llevaron y se fue para siempre la Laikita. Demás está decir que ese día y los siguientes, la casa era un velorio y hasta Candy sintió la ausencia, porque la buscaba sin cesar por todos los lugares de la casa y al no haber señales de ella, y quizás al asumir que ya no la volvería a ver, en los siguientes días, se le veía la expresión de gran tristeza en su rostro y ni se movía del mueble en donde estaba echada y ni comía –algo raro en ella, porque Candy era recontra tragona. Felizmente, pocos días después, al sacarla a pasear al parque, ello generó un nuevo cambio de aire para la perrita y como dije en su post, fue un segundo renacer para Candy.

Por último, quiero destacar la que en mi opinión, fue su detalle más característico: su mirada expresiva que hablaba por sí sola. Tenía una forma de mirarte que te lo decía todo. Y me acuerdo de una anécdota que refleja claramente eso. Aún no estaba casado y recuerdo que estábamos en la sala con mi esposa viendo un especial de un concierto de QUEEN y en eso, comienza la canción “We Will Rock You”. Estábamos sentados en el mueble y yo tenía a mi costado, a Laika echadita y tranquila. Le hacía cariño y ella feliz. Cada vez que escucho esa canción, me dan ganas de tocar algo mismo bombo al compás del tema. Y en ese momento, lo primero que hice fue darle palmadas en el lomo a Laika mientras sonaba el intro del tema. En ese instante, Laika levantó la cabeza y me miró tan fijamente y en forma totalmente expresiva como si me hubiera estado diciéndome: “¿Ya estás contento? ¿Ya terminaste con tu gracia?”. Y luego siguió descansando. Mi esposa y yo nos matamos de la risa. Y otro detalle de ella era que le encantaba que la bañaran. Cuando Silvana le decía “Laikita, vamos a bañarte”, ella movía la cola y la seguía hasta el baño, a diferencia de Candy que parecía gato porque apenas veía que Laika se iba a que la bañen, se metía debajo de aparador para que no la bañasen y había que sacarla a la fuerza. Pero Laika gozaba cuando la bañaban. Así era Laika.

Han pasado 3 años desde que Laika nos dejó, pero su recuerdo sigue intacto entre quienes tuvimos la suerte de compartir con ella una etapa de nuestras vidas. Sinceramente nunca ví una perrita tan inteligente y tan noble. Después de ella, hemos gozado a Candy y actualmente tenemos a Frida. Pero por lo que representó en mi familia, y por la gratitud que se le tuvo por el momento en que llegó y lo mucho que llenó sus vidas, Laika fue única y como ella no habrá otras mascotas en la casa.